viernes, 26 de octubre de 2012

El lugar del Hijo



“El lugar que el niño ocupa en la familia es producto tanto de la imaginación parental como de la forma en la cual el niño real se adapta a esta imaginación”[1]
Generar una lectura psicoanalítica del  lugar del niño, específicamente  del lugar que ocupa en la familia, lleva al abordaje de dos aspectos de la estructura familiar inconsciente: El deseo de los padres y la adaptación del niño a este deseo. Daniel Marcelli en su Manual de psicopatología del niño, presenta el lugar del niño como producto de la fantasía de los padres; antes de ser concebido el niño, existe un deseo que lo precede, este puede tener su respuesta desde lo consciente, el deseo de tener un hijo y todo lo que se deposita en él, como ideales de los padres que se desplazan a los hijos o la tramitación de una pérdida a través de un nuevo nacimiento, y posee en sí mismo un deseo inconsciente, es a  lo que se refiere Marcelli cuando plantea que el niño es producto de la imaginación parental. De esta forma el niño se presenta en la estructura familiar inconsciente como un hijo imaginario y un hijo real. Este hijo imaginario está determinado o fantaseado desde la problemática Edipica de cada uno de los padres, por tanto más que un hijo, la pregunta frente al deseo de los padres sería ¿Qué es lo que realmente desea la madre o el padre? Este deseo que está dado desde lo imaginario es aquello que genera una construcción fantaseada del niño, el cual está construido en la base de  aquello irresuelto de los padres, refiriéndonos a la problemática edipica. Pero ¿que es lo que finalmente surge de este deseo?, diferente en cada una de los progenitores, el enfrentamiento de este hijo real al lugar definido o fantaseado por sus padres. Ante dicho enfrentamiento se plantean tres  soluciones el niño síntoma (neurótico), el niño falo (perverso)  y el niño objeto (psicótico),  que están determinadas por las aptitudes del niño y  el intento de reorganización de los padres frente a la construcción que cada uno ha realizado de su hijo “Teniendo en cuenta sus propias aptitudes y el posible o imposible trabajo de reorganización fantasmática (el duelo del niño imaginario para adaptarse al niño real)”[2], por tanto el hijo real deberá asumir su lugar en la estructura familiar inconsciente,  asumirse como sujeto o convertirse en objeto de deseo.
Por último, este lugar del hijo, no solo se refiere a aquello que predispusieron los padres y que lleva al niño a asumir su lugar, no es solo lo deseado por los padres, y la construcción imaginaria que hicieron de él, ya que no se trata de una dinámica unidireccional, sino bidireccional, en el que el hijo también afecta a los padres desde el lugar que estos deben ocupar en la familia, especialmente en la mujer y la función materna, la cual deberá asumir con el nacimiento de un hijo,  “El niño aparece en su versión colmadora y sin embargo el lugar del niño es el de dividir a la madre, es causa de una división entre madre y mujer”[3], respecto al lugar de la madre y las implicaciones de asumir este lugar se ha abordado anteriormente en esta monografía, aun así cabe resaltar el aspecto fundamental de este lugar que  está determinado por el deseo de la madre contrario al goce femenino, a este último la mujer debe renunciar, para entrar en el orden de lo simbólico en el cual se le exige ser toda madre y pura “se sanciona el sexo de la niña con el significante hijo, se le ha dado el destino a la madre”[4]  es aquí donde aparece el niño en la ejecución de su lugar como aquel que divide a la madre, que divide a la mujer entre el deseo de la madre y el goce femenino.



[1] MARCELLI, Daniel.  Manual de psicopatología del niño.  Madrid: ELSERVIER MASSON, 2007.  Pág. 412.
[2] Ibíd. Pág. 412.
[3]SOTELO, Inés. El niño y su madre.    CREO Grupo de Psicólogos (Documento electrónico en línea):                              http://www.creopsi.com.ar/2010/12/el-nino-y-su-madre.html
[4] Op.cit. Domb, Benjamín.  Pág.  2.

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