lunes, 8 de octubre de 2012

EL LUGAR DE LA MADRE




El  lugar que ocupa la madre, de la función materna y de las implicaciones de esta en la estructura del niño, lleva al abordaje de tres aspectos fundamentales que  llevan al niño a ser sujeto, sujeto de la palabra.  La madre por tanto se encarga de erogenizar el cuerpo, de brindarle el soporte  narcisista y aportar los significantes que junto con las primeras manifestaciones de sonido por parte del niño constituirá el lenguaje del sujeto. Para Donald Winnicott “La madre, al adaptarse a las necesidades de su pequeño hijo, le permite descubrir objetos creativamente, promoviendo así el uso creativo del mundo”[1] este proceso creativo es la introducción del niño al registro de lo simbólico, aquello que le brinda la madre a través de la palabra.

 Aun así este lugar ha sufrido una serie de transformaciones producto de las exigencias que  la sociedad moderna le hace a la mujer, a esta como objeto de productividad y fuerza de trabajo, a la libertad sexual,  aspecto que se fue impulsando desde tiempos de la revolución industrial, especialmente con la constitución de gobiernos capitalistas,  “El lugar de la madre se ha  transformado básicamente por las nuevas exigencias  que la sociedad moderna hace a la mujer y como el ideal de maternidad se ha entrelazado con otras formas de aspiraciones de realización  para la mujer”[2].

 Es la madre, en lo que respecta a su lugar y su función una madre simbólica,  es el primer elemento de la realidad, que simboliza  el niño, por lo cual puede estar ausente o presente. Contrario a lo que puede verse o entenderse de la relación que se establece entre la madre y el niño en lo que respecta a su estructuración, “La madre no es solo la que  da el seno, también es la que da la marca de la articulación significante”[3]. Esto es posible a través de  otra de las funciones maternas, que es la revelación de lo simbólico al niño,  mediante  los juegos de ocultación, en el  hacer aparecer y desaparecer su propio rostro. De esta forma se genera en el niño el registro simbólico de la madre, la cual aun en la ausencia el niño puede sentir que no la ha perdido.  Es así como la madre encarna el lugar del Otro, del Otro primordial u Otro materno.

 Para Lacan la función de la madre en la estructuración del sujeto, está dado desde lo que él denomina el deseo de la madre, lo cual considera fundamental para la supervivencia del mismo, y lo representa a través de la metáfora de la boca del cocodrilo. En esta metáfora el niño se encuentra en el interior de la boca del cocodrilo, que es la madre, y esta es trabada por un palo que no permite que esta se cierre (el falo). Desde este punto, el lugar de la madre está dado desde el deseo de la madre y no desde el goce femenino, el cual debe sacrificar para asumir su lugar a través del deseo que es tener un hijo. Es por tanto, el deseo de la madre una salida sublime a la falta de la niña en el Edipo, es la transformación del deseo del falo al deseo de un hijo.

Para Benjamín Domb, “se sanciona el sexo de la niña con el significante hijo, se le ha dado el destino a la madre”[4]  a través de esta sanción y de la adquisición del significante  hijo, la mujer dentro del orden de lo simbólico se le exige que sea toda y además pura madre. De esta forma, lo contrario a la madre tal y como lo plantea Domb desde los aportes de Lacan, sería la mujer desde el goce femenino o el revés de la madre o sea “la puta”, es así como  la mujer entra en lo simbólico, con la exigencia de ser una futura madre, toda madre y pura.  De ésta forma en la madre no puede existir el odio, ni el rechazo hacia el hijo, sino un amor puro, casi perfecto. Es así como este deseo se presenta como un obstáculo del goce femenino, en el que la mujer sacrifica el goce por llenar la falta “El deseo de un hijo sutura la nada  de la niña, el deseo la madre devendrá obstáculo al goce femenino”[5].

En lo que respecta a la función de la madre,  en lo que respecta a la erogenización del cuerpo, el soporte narcisista y la adquisición del lenguaje,  para Lacan esta función se hace posible cuando el niño se enfrenta al deseo de la madre y lo lleva a preguntarse ¿Qué es lo que ella quiere?, en la respuesta a esta pregunta, se presenta el soporte narcisista a través de la atención y las caricias de la madre, de los cuidados, de la alimentación al niño, que encuentran eco para él en su deseo, por tanto su respuesta sería “Quisiera que fuera yo lo que ella quiere”[6], la respuesta del niño a esta pregunta es ser el objeto de este deseo, el niño desea el deseo de la madre. En el contacto entre la madre y el niño, y el surgimiento de esta pregunta, el niño debe por tanto ofrecerle algo a esta madre para sentir que puede satisfacer dicho deseo. Lacan considera que el niño puede ofrecerle su piel, la cual tiene una participación fundamental en el goce, en las caricias  y según Domb recubre la imagen. Es aquí donde se presenta la erogenización del cuerpo en este contacto entre la madre y el niño, entre el deseo de la madre y el deseo del niño, que es ser el  objeto de este deseo,  “Enfrentado al deseo de la madre el niño se pregunta ¿qué es lo que ella quiere?, y anhelante se responde: quisiera que fuera yo lo que ella quiera. Lacan nos recuerda que más allá de sus cuidados, de su protección, de su alimento, incluso de su presencia, desea su deseo, ser el objeto de ese deseo. Es de esa manera que ocupa el lugar de su falo, del falo de la madre, es decir ésta lo faliciza, lo narcisiza, constituye su cuerpo como imagen unificada”.[7] En lo que respecta a la colocación del lenguaje, la madre a través de los significantes que aporta lo que Lacan denomina como lengua materna y de los balbuceos del niño, se establece esta relación de deseo y amor, que se presenta como base sobre la cual se va construyendo el lenguaje del futuro sujeto, tal y como lo llama Benjamín Domb.  Desde estos planteamientos el sujeto posee lenguaje, cuerpo, vive y se constituye como sujeto es gracias a esta relación entre el deseo de la madre y el deseo del niño, en el que se establece su sostenimiento narcisista, se erogeniza su cuerpo y obtiene el lenguaje, pero ante todo a través del cual se constituye en sujeto de la palabra, sin  lo cual no viviría.

Desde las propuestas de Donald Winnicott la función materna está dada desde el Holding (sostenimiento) en la forma como la madre toma el niño en sus brazos, en el cual le brinda al niño un sostén a su representación psíquica de cuerpo, el cual se encuentra aun desfragmentado, la falla en este sostén  genera en el niño la angustia a causa de la sensación de desintegración,  la manipulación que le brinda al niño la capacidad de diferenciar entre lo real y lo imaginario, a través del contacto físico de los objetos, inicialmente en el contacto con la madre como objeto externo, fuera de él,  y la mostración de objetos, en la que el niño empieza a relacionarse con la realidad a través de la simbolización, de la palabra; cuando la madre muestra un objeto al niño y le da un nombre lleva a que este genere una representación psíquica de este objeto tanto en lo que es, para lo que sirve y de quien proviene. Estas funciones basadas en el concepto de madre suficientemente buena, que se refiere a la relación de dependencia que se establece entre la madre y el niño, característica de la primera infancia, la cual no establece una perfección en su función, sino tal y como lo indica un actuar suficientemente bueno, en el que el niño pueda pasar de la dependencia a la independencia, guiada por un periodo de preocupación denominado por Winnicott como preocupación materna primaria. “En síntesis, el desarrollo es producto de la herencia de un proceso de maduración, y de la acumulación de experiencias de vida, pero no tiene lugar a menos que se cuente con un medio favorable.”[8]


[1] WINNICOTT, Donald.  La delincuencia juvenil  como signo de esperanza -  1967.  Psico UNAB. (Documento electrónico en línea): http://psicounab.blogspot.com/2007/11/obras-completas-de-winnicott.html. Pág. 569
[2] GALINDO MADERO, Jorge Iván. Cultura y Desarrollo Psicoafectivo. Revista Psique y Sociedad.  (Documento electrónico en línea): http://sites.google.com/site/psiquesociedad/culturaydesarrollopsicoafectivo
[3] CALCAGNINI, Cristina. La Función Materna: Entre el deseo y el estraga.  (Documento electrónico en línea): http://www.efba.org/efbaonline/calcagnini-18.htm
[4] Domb, Benjamín. Más allá del falo. (Documento electrónico en línea): http://www.efbaires.com.ar/ pág. 2.
[5] Ibíd. Pág. 3.
[6] Ibíd.  Pág. 4.
[7] Ibíd.  Pág. 4.
[8]  WINNICOTT, Donald. La pareja madre –lactante -  1960. Psico UNAB.  (Documento electrónico en línea): http://psicounab.blogspot.com/2007/11/obras-completas-de-winnicott.html. Pág. 1070  

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