El lugar que ocupa la madre, de la función
materna y de las implicaciones de esta en la estructura del niño, lleva al
abordaje de tres aspectos fundamentales que
llevan al niño a ser sujeto, sujeto de la palabra. La madre por tanto se encarga de erogenizar el
cuerpo, de brindarle el soporte
narcisista y aportar los significantes que junto con las primeras
manifestaciones de sonido por parte del niño constituirá el lenguaje del sujeto. Para Donald Winnicott “La madre, al adaptarse a las necesidades de su
pequeño hijo, le permite descubrir objetos creativamente, promoviendo así el
uso creativo del mundo”[1]
este proceso creativo es la
introducción del niño al registro de lo simbólico, aquello que le brinda la
madre a través de la palabra.
Aun así este lugar ha sufrido una serie de
transformaciones producto de las exigencias que
la sociedad moderna le hace a la mujer, a esta como objeto de
productividad y fuerza de trabajo, a la libertad sexual, aspecto que se fue impulsando desde tiempos
de la revolución industrial, especialmente con la constitución de gobiernos
capitalistas, “El lugar de la madre se ha transformado
básicamente por las nuevas exigencias que la sociedad moderna hace a la
mujer y como el ideal de maternidad se ha entrelazado con otras formas de
aspiraciones de realización para la mujer”[2].
Es la madre, en lo que respecta a su lugar y
su función una madre simbólica, es el
primer elemento de la realidad, que simboliza
el niño, por lo cual puede estar ausente o presente. Contrario a lo que
puede verse o entenderse de la relación que se establece entre la madre y el
niño en lo que respecta a su estructuración, “La madre no es solo la que da
el seno, también es la que da la marca de la articulación significante”[3]. Esto es
posible a través de otra de las
funciones maternas, que es la revelación de lo simbólico al niño, mediante
los juegos de ocultación, en el
hacer aparecer y desaparecer su propio rostro. De esta forma se genera
en el niño el registro simbólico de la madre, la cual aun en la ausencia el
niño puede sentir que no la ha perdido.
Es así como la madre encarna el lugar del Otro, del Otro primordial u
Otro materno.
Para Lacan la función de la madre en la
estructuración del sujeto, está dado desde lo que él denomina el deseo de la
madre, lo cual considera fundamental para la supervivencia del mismo, y lo
representa a través de la metáfora de la boca del cocodrilo. En esta metáfora
el niño se encuentra en el interior de la boca del cocodrilo, que es la madre,
y esta es trabada por un palo que no permite que esta se cierre (el falo).
Desde este punto, el lugar de la madre está dado desde el deseo de la madre y
no desde el goce femenino, el cual debe sacrificar para asumir su lugar a
través del deseo que es tener un hijo. Es por tanto, el deseo de la madre una
salida sublime a la falta de la niña en el Edipo, es la transformación del
deseo del falo al deseo de un hijo.
Para Benjamín Domb,
“se sanciona el sexo de la niña con el
significante hijo, se le ha dado el destino a la madre”[4] a través de esta sanción y de la adquisición
del significante hijo, la mujer dentro
del orden de lo simbólico se le exige que sea toda y además pura madre. De esta
forma, lo contrario a la madre tal y como lo plantea Domb desde los aportes de
Lacan, sería la mujer desde el goce femenino o el revés de la madre o sea “la
puta”, es así como la mujer entra en lo
simbólico, con la exigencia de ser una futura madre, toda madre y pura. De ésta forma en la madre no puede existir el
odio, ni el rechazo hacia el hijo, sino un amor puro, casi perfecto. Es así
como este deseo se presenta como un obstáculo del goce femenino, en el que la
mujer sacrifica el goce por llenar la falta “El
deseo de un hijo sutura la nada de la
niña, el deseo la madre devendrá obstáculo al goce femenino”[5].
En lo que respecta a la función de la
madre, en lo que respecta a la
erogenización del cuerpo, el soporte narcisista y la adquisición del lenguaje, para Lacan esta función se hace posible
cuando el niño se enfrenta al deseo de la madre y lo lleva a preguntarse ¿Qué
es lo que ella quiere?, en la respuesta a esta pregunta, se presenta el soporte
narcisista a través de la atención y las caricias de la madre, de los cuidados,
de la alimentación al niño, que encuentran eco para él en su deseo, por tanto
su respuesta sería “Quisiera que fuera yo
lo que ella quiere”[6], la
respuesta del niño a esta pregunta es ser el objeto de este deseo, el niño
desea el deseo de la madre. En el contacto entre la madre y el niño, y el
surgimiento de esta pregunta, el niño debe por tanto ofrecerle algo a esta
madre para sentir que puede satisfacer dicho deseo. Lacan considera que el niño
puede ofrecerle su piel, la cual tiene una participación fundamental en el
goce, en las caricias y según Domb
recubre la imagen. Es aquí donde se presenta la erogenización del cuerpo en
este contacto entre la madre y el niño, entre el deseo de la madre y el deseo
del niño, que es ser el objeto de este
deseo, “Enfrentado al deseo de la madre el niño se pregunta ¿qué es lo que ella quiere?, y
anhelante se responde: quisiera que
fuera yo lo que ella quiera. Lacan nos recuerda que más allá de
sus cuidados, de su protección, de su alimento, incluso de su presencia, desea
su deseo, ser el objeto de ese deseo. Es de esa manera que ocupa el lugar de su
falo, del falo de la madre, es decir ésta lo faliciza, lo narcisiza, constituye
su cuerpo como imagen unificada”.[7] En lo que respecta a la colocación del
lenguaje, la madre a través de los significantes que aporta lo que Lacan
denomina como lengua materna y de los balbuceos del niño, se establece esta
relación de deseo y amor, que se presenta como base sobre la cual se va
construyendo el lenguaje del futuro sujeto, tal y como lo llama Benjamín
Domb. Desde estos planteamientos el
sujeto posee lenguaje, cuerpo, vive y se constituye como sujeto es gracias a
esta relación entre el deseo de la madre y el deseo del niño, en el que se
establece su sostenimiento narcisista, se erogeniza su cuerpo y obtiene el
lenguaje, pero ante todo a través del cual se constituye en sujeto de la
palabra, sin lo cual no viviría.
Desde las
propuestas de Donald Winnicott la función materna está dada desde el Holding
(sostenimiento) en la forma como la madre toma el niño en sus brazos, en el
cual le brinda al niño un sostén a su representación psíquica de cuerpo, el
cual se encuentra aun desfragmentado, la falla en este sostén genera en el niño la angustia a causa de la sensación
de desintegración, la manipulación que
le brinda al niño la capacidad de diferenciar entre lo real y lo imaginario, a
través del contacto físico de los objetos, inicialmente en el contacto con la
madre como objeto externo, fuera de él,
y la mostración de objetos, en la que el niño empieza a relacionarse con
la realidad a través de la simbolización, de la palabra; cuando la madre
muestra un objeto al niño y le da un nombre lleva a que este genere una
representación psíquica de este objeto tanto en lo que es, para lo que sirve y
de quien proviene. Estas funciones basadas en el concepto de madre
suficientemente buena, que se refiere a la relación de dependencia que se
establece entre la madre y el niño, característica de la primera infancia, la
cual no establece una perfección en su función, sino tal y como lo indica un
actuar suficientemente bueno, en el que el niño pueda pasar de la dependencia a
la independencia, guiada por un periodo de preocupación denominado por
Winnicott como preocupación materna primaria. “En síntesis, el desarrollo es producto de la herencia de un proceso de
maduración, y de la acumulación de experiencias de vida, pero no tiene lugar a
menos que se cuente con un medio favorable.”[8]
[1]
WINNICOTT, Donald. La delincuencia
juvenil como signo de esperanza - 1967.
Psico UNAB. (Documento electrónico en línea): http://psicounab.blogspot.com/2007/11/obras-completas-de-winnicott.html.
Pág. 569
[2]
GALINDO MADERO, Jorge Iván. Cultura y Desarrollo Psicoafectivo. Revista Psique
y Sociedad. (Documento electrónico en
línea): http://sites.google.com/site/psiquesociedad/culturaydesarrollopsicoafectivo
[3]
CALCAGNINI, Cristina. La Función Materna: Entre el deseo y el estraga. (Documento electrónico en línea): http://www.efba.org/efbaonline/calcagnini-18.htm
[4]
Domb, Benjamín. Más allá del falo. (Documento electrónico en línea): http://www.efbaires.com.ar/
pág. 2.
[5]
Ibíd. Pág. 3.
[6]
Ibíd. Pág. 4.
[7]
Ibíd. Pág. 4.
[8] WINNICOTT, Donald. La pareja madre –lactante
- 1960. Psico UNAB. (Documento electrónico en línea): http://psicounab.blogspot.com/2007/11/obras-completas-de-winnicott.html.
Pág. 1070
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