viernes, 26 de octubre de 2012

LA FAMILIA UNA ESTRUCTURA QUE DEVIENE DE LO INCONSCIENTE



La Sagrada Familia (www.iglesiacatolica.org.uy)

La conceptualización de la familia es una labor que compete, a las  ciencias sociales como la sociología, el derecho, la antropología,  entre otras; el concepto de familia, por tanto   no es propio del psicoanálisis, ya que este tiene como objeto de estudio el inconsciente; el psicoanálisis por tanto,  avanza sobre la construcción subjetiva, desde los complejos, las Imagos parentales, la novela familiar del neurótico, la prohibición del incesto,  la entrada a la cultura, el discurso familiar y como desde estos componentes de la vida psíquica del sujeto, se genera  una estructura que deviene de lo inconsciente, que la cultura denomina Familia.   Entender por tanto la familia como concepto, conlleva a la comprensión de todas estas manifestaciones de la vida psíquica,  lo que es realmente un trabajo extenso y  complejo, ya que el estudio realizado desde el psicoanálisis de la familia, parte desde la construcción inconsciente que el sujeto  realiza, de lo que constituye para el sujeto la familia real, simbólica e imaginaria, en la participación de la familia en la construcción psíquica del sujeto,  desde el niño  y posteriormente, como esta construcción definirá al adulto. Para poder comprender esta estructuración familiar inconsciente y la construcción psíquica  que el sujeto hace de la familia, se presentaran los planteamientos de Sigmund Freud, Jacques Lacan e Isidoro Berenstein, quienes abordan a la familia como una estructura que deviene de lo inconsciente, y pretenden describirla y mostrar a través de los planteamientos psicoanalíticos freudianos y lacanianos como está estructurada y el lugar que ocupa cada uno de sus miembros.


Es la familia para el psicoanálisis, una construcción cultural, que se encuentra inscrita en el registro de lo simbólico, la cual está determinada por diferentes marcos como el religioso, el saber popular y el derecho, el psicoanalista Isidoro Berenstein, considera que la familia:”no se inscribe en el orden de la naturaleza, sino en el de la cultura, del mismo modo las funciones materna, paterna, filial, etc., implican lugares asignados por un orden simbólico que las regula y determina”[1].  Por tanto,  los lugares que ocupan los miembros de la familia, son moldes proporcionados por la cultura, los cuales son  cambiantes y permiten por tanto un ordenamiento y una dinámica en el interior de la familia. Estos cambios son generados por las transformaciones que sufren los discursos sobre los que está apoyada esta construcción cultural, transformaciones motivadas por el sistema económico, político e ideológico de la época, en lo que  respecta a la prohibición y a la guía que estos brindan en la entrada del sujeto a la cultura; podemos ver cambios en la estructuración familiar, en el lugar que ocupan y las funciones que realizan, “la familia aparece entonces como efecto del ordenamiento social, del que es parte, en la que está inmersa y que regula tanto su constitución como su desmembramiento”[2] . Partiendo de la estructuración de la familia desde lo religioso, lo legal y el saber popular, la familia posee por tanto un fin determinado y sostenido por la cultura, en lo que respecta al sujeto: “la familia gobierna los procesos fundamentales del desarrollo psíquico, la organización de las emociones de acuerdo a tipos condicionados por el ambiente”[3]; pero la familia no solo es definida por lo cultural, tal y como lo plantea Jacques Lacan “La familia desempeña un papel primordial en la transmisión de la cultura”[4], dicha inscripción la familia la lleva a cabo mediante tres funciones especificas, las cuales también pueden ser ejecutadas o suplidas por instituciones u otros sustitutos, pero en las cuales la familia sostiene su predominio: “la educación inicial, la represión de los instintos y la adquisición de la lengua a la que justificadamente se asigna como materna”[5]. De esta forma, la familia  brinda modelos de funcionamiento, acordes con los valores que predominan en el entorno (sociedad).  Los cuales son catalogados y  reafirmados por los padres como modelos de funcionamiento normal, el cual es ideológico, propuesto y exigido al sujeto,  este permite el orden establecido, por las normas, leyes y costumbres de la sociedad. Por lo que se constituye al niño como sujeto humano, el cual está inmerso y determinado por un orden simbólico, que se da por el lenguaje y las relaciones de parentesco, de esta forma se establecen todos los tipos de alianzas humanas, por lo que se inscribe en el orden de lo simbólico.

Lacan consideraba que la estructuración del sujeto se daba en tres fases sucesivas, que correspondían a tres complejos diferentes… Complejo del destete… Complejo de intrusión… el Complejo de Edipo”[6] Para Lacan el complejo del destete, rompe con la relación que mantiene el niño en su primer año con la madre, el  cual genera una huella permanente de la relación biológica que interrumpe,   esta relación es considerada por Lacan como una forma parasitaria del niño, es la forma primordial de la Imago materna, de este se desprenderán sentimientos arcaicos y complejos que permitirán la unión del sujeto con la familia. Es el complejo del destete  por tanto una crisis vital y una crisis del psiquismo, que dominará  toda la vida del hombre.  Con esta crisis inevitable y por tanto su primer encuentro con la prohibición, se genera en el niño un segundo paso, el primero constituía un paso de lo natural a lo cultural, en este, el sujeto pasa de lo endogámico a lo exogámico.

“Freud llamó complejo de Edipo a la estructura mental que da cuenta de la introducción de la prohibición del incesto en el sujeto” [1], con la prohibición del incesto, y de las diferentes formas como se transforma el complejo de Edipo, se da en el sujeto la estructura (neurótica, psicótica o perversa) “los distintas estructuras, de las que dan cuenta las diferentes transformaciones del complejo de Edipo, serán también la marca del tipo de pasaje de lo endogámico a lo exogámico”[2]. Con el complejo de Edipo el sujeto esta por tanto delimitado al orden cultural, a través de una estructura inconsciente familiar, que constituye una cadena de significantes común para todos los miembros del grupo familiar, que organiza y determina el funcionamiento de las relaciones familiares.  Esta estructura inconsciente es la “captura del discurso del otro que se entrecruza con el propio  en una trama de significantes compartidos”[3], lo que constituye el discurso familiar. Es así como se regulan las relaciones de parentesco desde el lenguaje, que asigna funciones dadas por un orden simbólico, a cada uno de los miembros,  (materna, paterna, filial, etc.); es este por tanto un orden de la cultura.  El corte realizado por la familia al niño, tanto en el complejo del Destete como en el complejo de Edipo,  estimula una salida de tipo exogámico, proponiendo el intercambio con otras familias. Al ser la promoción de esta salida de tipo cultural, es por tanto  simbólico, por lo cual la mujer pasa a ser objeto de intercambio y el hombre sujeto del intercambio  desde una representación simbólica, que surge del discurso familiar.  Esto permite generar una diferenciación entre la familia y la no familia, entre lo prohibido y lo permitido, la exogamia.  Con el planteamiento de estos dos complejos y de las funciones que cumple la familia en la construcción de la estructura del sujeto y el mantenimiento del ordenamiento social, el psicoanalista Isidoro Berenstein presenta el siguiente concepto de familia: “es un sistema con una estructura inconsciente, que determina la relación entre cuatro lugares o funciones: materna, paterna, filial y del representante de la familia materna”[4].  Para Berenstein, el lugar materno, el cual representa la primera interacción del niño con el entorno, posibilita el amparo y el sostén, que permiten suplir las carencias con las que los niños nacen, dentro del acto de alimentarlo, cargarlo, hablarle, esta por tanto, suple las carencias con las que nacen los hombres, en un estado dependiente, antes categorizado por Lacan como una relación parasitaria.  El lugar paterno constituye la legalidad familiar, es por tanto función del lugar paterno instaurar la ley y sostener la autoridad en la familia, representado principalmente en la prohibición del incesto. Este lugar posibilita el desprendimiento y la independencia del sujeto. En lo que respecta al lugar paterno es también función de este, generar el reconocimiento del hijo como miembro del grupo, a través de la asignación de un nombre y por tanto un lugar y reconocimiento en lo social, lo cultural y lo simbólico. Al ser nombrado por otro, por el padre, a través del rito, se legitiman  padre e hijo, y se instaura por tanto la autoridad. El sujeto consigue a través de esta legitimización un nombre que lo individualiza,  lo que es la condición mínima para poder participar de lo cultural.  Con el lugar del padre, el psicoanalista Isidoro Berenstein, plantea cuatro prohibiciones que representan al complejo de Edipo “no te acostarás con tu madre”, el narcicismo materno “no reincorporarás tu producto”, el intercambio exogámico “no regresarás a quien fue tu dador”  y el narcicismo paterno “no retendrás para ti a tu hijo”.   La función filial, simboliza un lugar más allá de la pareja,  esta función la que permite la diferenciación de cada uno de los miembros del grupo familiar, de esta forma surge un lugar para los hijos, y el mantenimiento del lugar de la pareja. La última función, represéntate de la familia materna es el intercambio original, que permite la formación de una nueva familia.           


[1]Op.cit. Berenstein, Isidoro. pág. 104.
[2]. Op.cit. Berenstein, Isidoro. pág. 105.
[3] Op.cit. Berenstein, Isidoro. pág. 107
[4]Op.cit. Berenstein, Isidoro. pág. 107.


[1] Berenstein, Isidoro. Familia e Inconsciente. Buenos Aires: Paidos, pág. 105.
[2] Ibíd. Pág. 129.
[3] Op.cit. LACAN, Jacques.  Pág.  107.
[4] Op.cit. LACAN, Jacques.  Pág.  108.
[5] Op.cit. LACAN, Jacques.  Pág.  107.
[6] BILBAO, Alejandro;  GRAS, Stephan-Eloïse y VERMEREN, Patrice. Claude Lévis-Strauss en el Pensamiento Contemporáneo. Buenos Aires: Colihue S. R. L, 2009. Pág. 198.
[7]Op.cit. Berenstein, Isidoro. pág. 104.
[8]. Op.cit. Berenstein, Isidoro. pág. 105.
[9] Op.cit. Berenstein, Isidoro. pág. 107
[10]Op.cit. Berenstein, Isidoro. pág. 107.

3 comentarios:

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  2. Hola, me gustó mucho esta publicación. Sin embargo las citas parecen estar movidas y no coincidir con las entradas. Podrias por ejemplo cuando dicen OpCit, Lacan,aclarar cual es la obra, referenciada,ya que no se encuentra el texto precitado, cuál sería la obra de LAcan que citas?. Los enlaces de cada numero no se referencian entre si. Perdoname si me equivoco pero estoy trabajando para la universidad y asi como citaré tu trabajo me gustaría citar correctamente las fuentes referenciales. Gracias.

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    1. Hola Silvina Anouil, muchas gracias por tu apreciación, en atención a tu solicitud te agradecería que me regalaras tu correo para enviarte la monografía completa, creo te sería de mayor provecho.

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